Era una tarde como cualquiera para Romero ya estaba terminando el día en su trabajo, y sus amigos ya lo estaban esperando en el café de la calle Cochabamba y Piedras donde se juntan todos los días, él iba muy feliz con mí chambergo gris y el saco cruzado como todos los días.

Eran las siete menos cinco de la tarde, cuando cruzaba la calle, y ya pisando la vereda, se dio vuelta y se quedó mirando a Beltrán, vio que sacó un arma. Y esa fue su última imagen en su vida.